3 de septiembre de 2009

Cuando llegue al cielo

-Mamá, tengo frío, mucho frío…dijo María postrada en la cama del hospital.
-Lo sé cariño, lo sé. Ya verás como en un rato pasa. Dijo Carmen conteniendo las lágrimas.
-Mamá, ¿A dónde van los que se mueren?
-Verás, cuando la gente buena se muere va al cielo.
-¿Y la mala?-¿Al infierno supongo?
-¿Y los niños, dónde vamos los niños?
-También al cielo, mi vida...
-¿Y Qué es el cielo, mamá?
-Pues el cielo es un lugar precioso lleno de caramelos y juguetes, donde los niños se lo pasan muy bien. Ya verás como te va gustar.
-Pero…estaré sola y además no me quiero ir. Contestó María con lágrimas en los ojos.
-No mi amor, nunca vas a estar sola. La abuela Rosa y papá estarán allí esperándote y yo iré muy pronto a por ti.
- ¿Me lo prometes?
- Te lo prometo princesa. Respondió Carmen mordiéndose el labio con rabia contenida.
- Tengo miedo mami…mucho miedo.
-Tranquila mi vida, que todo va as ir bien.
A Carmen se le partía el corazón al oír a su hija y las palabras se le agolpaban en su garganta sin poder salir. Aquello no era justo. Primero fue Miguel y ahora su niña; lo que más quería de este mundo. ¿Cómo iba a ser capaz de sobrellevar aquello?, ¿Qué iba a ser de ella cuando todo terminase? Carmen abrazó con todas sus fuerzas a la pequeña mientras las lágrimas de dolor emanaban de sus ojos a borbotones. Luego, antes de separase trató de secarlas y de calmarse. Ella no debía verla así.Lo habían probado todo. Ni la operación, ni la quimio, ni la radio habían servido de nada. Aquel cáncer se estaba llevando a su hija al igual que lo hizo un año antes con su marido. Sus amigos no la dejaban apenas solas. Temían que tras la muerte de María, Carmen cometiese una locura. Ya no le quedaría nada por lo que luchar, ninguna razón para seguir en este mundo.
-Mami. Dijo María sacando a Carmen nuevamente de sus pensamientos.-Dime amor.-¿Morirse duele?
-No cielo. Es como dormirse y no despertarse más.
-¿Y desde el cielo se ve la tierra?
-No lo sé mi vida, no lo sé. Una lágrima rodó por su mejilla.
- Pero te prometo que cada noche miraré al cielo, a la estrella que brille más y te daré las buenas noches.
-Yo te contestaré. Aún no sé cómo, pero lo haré, mamá.
-Te creo cariño, te creo.-Mami, ¿te olvidarás de mí?
-¡Jamás! Aunque tenga cien años nunca te olvidaré. Jamás dejaré de pensar en ti, mi vida.Al cabo de dos tristes y largos días, María empezó a apagarse y Carmen creyó que iba a volverse loca.
-Mama... no llores. Dijo María con un hilo de voz casi inaudible.
-No lloro amor, es que se me ha metido algo en el ojo. Contestó Carmen.
-Papis dice que no me preocupe. Que él estará conmigo.
-¿Cómo?
-Que papis va a cuidar de mí - Carmen miró fijamente a los ojos de María sin saber que debía contestar a eso. ¿Y si lo que decía María era cierto? ¿Y si María podía hablar con su padre? Pensativa, Carmen recordó haber leído cosas parecidas sobre experiencias de enfermos terminales.
-¿Y qué cosas te cuenta papá?- Preguntó Carmen temerosa de su respuesta.
-Que desde donde está el se puede ver la tierra y a tus amigos, auque ellos no te pueden ver.-Ya... Dice que allí nunca estás triste, ni te duele nada.
-Claro, normal...
-También dice que en el cielo puede oír siempre que quiere vuestra canción.
-¿Qué... Respondió Carmen con la voz entrecortadaDe pronto, como si de un hilo musical se tratase se empezó a oír de forma sutil pero clara una canción para ella muy familiar.
“Every breath you take
Every move you make
Every bond you break
Every step you take
I´ll be watching you
Every single day
Every word you say
Every game you play
Every night you stay
I´ll be watching you...
I´ll be watching you....”
Tras escuchar casi hipnotizada aquellos acordes de su canción preferida, Carmen se giró y miró a María desconcertada pero llena de felicidad.
-¿María?....¡ María!...
María reposaba sobre el lecho tranquila, con sus pequeños ojos cerrados y una hermosa sonrisa se esbozaba en su aún rosado rostro. Carmen ya no iba a volver a abrazar a su niña nunca más, ni volvería a oír su voz, pero si de algo estaba segura, era de que María no iba a estar sola. Aquel día, Carmen espero impaciente a que se pusiera el sol y con los ojos llenos de lágrimas pero con una sonrisa miro a la osa mayor y dijo:
- Buenas noches Miguel, buenas noches mi amor.

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